En 1897, Welch descubrió el Plasmodium falciparum productor de la forma tropical y en 1922, Stephens encontró el Plasmodium ovale en el África Oriental. El ciclo evolutivo se descubrió gracias a Sir Ronald Ross (1857-1932) médico inglés quien en 1898 demostró el papel del mosquito intermediario (no lo ubicó taxonómicamente) en el ciclo del paludismo en aves (gorriones y alondras), obteniendo el premio Nóbel en 1902 por sus descubrimientos; sin embargo fue el zoólogo italiano Gian Batista Grassi quien demostró el papel del mosquito como transmisor de la malaria en los humanos, señalando que el insecto del género Anopheles es el único vector del paludismo.
Categorías sistemáticas para Anopheles:
REINO: Animalia Organismos multicelulares holozoicos que forman embrión
Huevos de anofeles con su caracteristico "flotador"
Larva de anofeles con su característica "pose" longitudinal a la superficie del agua
pupa de anofeles
Mosquito adulto
Aunque durante muchos años ha estado difundido por casi todas las áreas cálidas y templadas del mundo, en la actualidad ha sido posible erradicar el paludismo de extensas zonas (Europa, América del norte, Australia), si bien todavía es una enfermedad endémica en gran parte de África, en algunos países de América Central y del Sur, en la India y en otros países del continente asiático.
También se dan casos, aislados pero numerosos, de viajeros afectados que han visitado zonas palúdicas o que han hecho escala en algún aeropuerto de dichas zonas, pues una sola picadura de uno de estos mosquitos infectados es suficiente para inocular la enfermedad. El paludismo causa unos tres millones de muertes al año.
CAUSAS
La causa directa de la fiebre palúdica es la infección causada por un parásito del género Plasmodium, del que existen cuatro especies distintas. La especie P. falciparum es la causante de las llamadas "fiebres tercianas malignas", que constituyen la forma más grave de malaria, causante de diversas complicaciones y, muchas veces, provoca un desenlace fatal.
Las restantes especies son P. Malariae, P. vivax y P. ovale, que causan formas de paludismo menos graves, caracterizadas porque los parásitos pueden permanecer en el organismo, en estado latente, durante un largo período de tiempo, antes de causar la enfermedad.
FORMA DE CONTAGIO
El paludismo se propaga casi exclusivamente por medio del mosquito anofeles o, más exactamente, por la picadura de la hembra infectada, aunque también puede adquirirse la enfermedad mediante transfusiones de sangre o por el uso de jeringuillas sin esterilizar. El ciclo biológico de este proceso es el que se describe a continuación.
La hembra de un mosquito anofeles, al chupar la sangre de una persona infectada, recoge los gametocitos (masculino y femenino) del plasmodio; esto, en el estómago del insecto forman un huevo fertilizado del que se origina un esporozoíto, que se instala en las glándulas salivales del mosquito. Cuando éste pica a una persona sana, le inocula los esporozoítos, los cuales, a través del torrente sanguíneo, alcanzan el hígado del afectado, instalándose en él. Más adelante, las células hepáticas se rompe y liberan una nueva forma que penetra en los glóbulos rojos, donde se multiplican hasta hacer estallar los glóbulos rojos afectados. A diferencia de lo indicado, en el caso de la fiebre terciana maligna (transmitida por P.falciparum) los esporozoítos se multiplican en el torrente sanguíneo, sin alcanzar el hígado; en consecuencia, si se logra destruirlos, puede curarse la enfermedad de forma definitiva, cosa que no ocurre en las otras formas de paludismo, en las que los parásitos latentes instalados en el hígado dan lugar a que se produzcan posteriores reinfecciones.
SINTOMAS Y CONSECUENCIAS
El síntoma característico de esta enfermedad es la fiebre y la forma en que ésta se presenta. Si bien al principio la fiebre es casi continua, a medida que progresa la enfermedad se produce una sincronía con el período de reproducción del parásito que conlleva una destrucción masiva periódica de gran número de glóbulos rojos; en consecuencia, se aprecian períodos de fiebre alternados con períodos de temperatura normal.
Las distintas especies tienen períodos propios. Así, P. malariae produce fiebre cada tres días, mientras que P. ovale y P. vivax lo hacen cada dos días; la enfermedad provocada por P. falciparum da origen a una fiebre casi continua o con escasas oscilaciones.
Otros síntomas habituales suelen ser malestar general, debilidad, náuseas y dolor de cabeza, aunque a veces también se puede producir vómito y diarrea.
La consecuencia inevitable de una infección de paludismo es la anemia causada por la desnutrición de glóbulos rojos que produce el parásito; es común el aumento de tamaño del bazo (esplenomegalia) y del hígado (hapatomegalia)
PREVENCION DEL PALUDISMO
Las personas que vayan a viajar a una zona donde el paludismo es endémico deberán tomar de forma obligatoria fármacos antipalúdicos.
Se deberá consultar al médico cuál es el fármaco más adecuado, que dependerá del lugar al que se viaje.
Para que la medicación preventiva sea eficaz, debe tomarse durante una semana antes del viaje, y durante un mes después del regreso.
Dormir bajo un mosquitero es una medida prudente, que reduce la posibilidad de contagio.
También puede resultar conveniente el uso de insecticidas y de repelentes químicos.
RIESGOS Y COMPLICACIONES
Los habitantes de zonas palúdicas, sometidos de forma casi inevitable a diversos contagios. Llegan a alcanzar una relativa inmunidad, sufriendo, no obstante, ataques repetidos de la enfermedad. Por el contrario, el visitante ocasional que resulta infectado puede sufrir un ataque grave de paludismo.
La infección más grave se produce a causa del parásito P. falciparum, que taca a todo tipo de glóbulos rojos, a diferencia de las otras especies que se ceban tan sólo en los glóbulos más jóvenes o más viejos. Al existir un gran número de glónulos rojos destruidos, éstos se acumulan en los vasos capilares, provocando su oclusión y causando lesiones graves en los vasos del cerebro, del miocardio y de los intestinos. El paludismo cerebral es muy grave, cursando con somnolencia, epilepsia y pérdida de conocimiento.
Otras complicaciones graves afectan los riñones, el hígado o los intestinos.
El tratamiento que se aplica a las personas ocasionalmente afectadas de paludismo consiste en la administración de fármacos destinados a una doble función. Por una parte, se orienta a la eliminación de los parásitos presentes en el torrente sanguíneo, para lo cual los fármacos más empleados son la quinia y la cloroquina. Por otra parte, conviene también, para evitar las recidivas, hacer frente a las formas parásitas alojadas en el hígado, empleándose para ello, entre otros fármacos, la primaquina.
Distinto será el tratamiento que se da a las personas que viven de forma habitual en zona en las que el paludismo constituye una endemia. Estas han adquirido ya un cierto grado de inmunidad, por lo que se refiere a las cepas locales dicha razón, su tratamiento se orienta a eliminar sólo las formas parásitas localizadas en el torrente sanguíneo, pues si se las sometiera a un tratamiento completo de fármacos, perderían la inmunidad que han adquirido